Nadie sospechaba de su amargura pues tenía tan solo 8 años.
Pero Cesar no quería que nadie supiera que él no podía
jugar como los demás niños…
No le gustaba ser diferente y por eso se esforzaba en
sentir la alegría.
Cada mañana,
cada tarde después del colegio y antes de acostarse preparaba en el espejo las sonrisas que
ese día iba a utilizar…
Así que Cesar creció aprendiendo a fingir, convirtiendo su
tristeza en un disfraz constante.
Los días, las noches, los meses, las estaciones y los años pasaban sin dejar que ese niño riera de
verdad…
Cansado de elaborar tanta falsedad decidió que el quería
sentir la alegría de los demás. Necesitaba buscarla allí donde estuviera, pero
sobretodo compartir con los suyos su gran pesar:
Mamá soy diferente, yo no siento lo que se espera que
sienta, ni saboreo la vida como lo hacéis todos… porque mi castigo es algo que yo no he pedido…
simplemente me fue dado…
Cesar empezó a llorar, sin miedo a que todos supieran que
era lo único que él sabía hacer…que todas sus risas eran mentira.
En ese momento salieron una por una todas las lágrimas,
toda la tristeza, todo el pesar almacenado durante tanto tiempo, sin darse cuenta se quedaba vacío de
odio, miedo, angustia, rencor … abriendo un gran espacio en su corazón.
Pronto ese vacío se llenó de algo nuevo para él, un
sentimiento desconocido, el perdón, la comprensión, el amor y la sonrisa más sincera …
Este relato va dedicado a mi familia, gracias a ellos lo que para mí fue un gran problema ahora no es nada.
ResponderEliminarA mi madre que es mi gran fuente inspiradora...
A mi padre por su influencia en fuerza y carácter...
A Mi hermana Eva, por que también es una gran artista, y desde pequeño siempre he intentado imitarla.
A mi hermano porque sé que en el fondo es un luchador.
A la que siempre será la pequeña de la casa y la que va derrochando luz allá por donde va. Mi hermana Mary.
Y a todo aquel que me sienta como familia y me tenga aprecio.